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miércoles, 10 de abril de 2013

Atentado en el Rincon de los Toros

Eumenes Fuguet Borregales (*)
El Libertador durante su afán emancipador, fue objeto  de  varios atentados fallidos, verbigracia  en Jamaica el 10 de diciembre de 1815 se salva del puñal del negro “Pío”, en Guárico en 1818 y en Bogotá en  dos ocasiones en 1828. En esta ocasión nos referiremos al sufrido en la hacienda Rincón de los Toros durante la ejecución de la Campaña del Centro. Bolívar  llega a Villa de Cura el 10 de marzo de 1818, es derrotado por el jefe realista Pablo Morillo el 16 de marzo en la quebrada El Semen, cerca de San Juan de los Morros, sitio también conocido como  La Puerta. El  19 de marzo se encuentra en "El Rastro" cerca de Calabozo. El 16 de abril acampa en la parte arbolada, conocida como “mata”, de la hacienda "El Rincón de los Toros", hoy parroquia del municipio Ortiz, a poca distancia de  la hacienda El Totumo propiedad de la familia Bolívar, sitio natal de la “Negra Matea”, considerada “la primera maestra del futuro Libertador”. El coronel realista, el barinés Rafael López, al frente de cinco escuadrones, tenía la misión  de impedir que se unieran el ejército de Bolívar con el de Páez; luego de capturar a un sargento que conocía el santo y seña  utilizado en el campamento republicano, además de los pormenores del área de reunión patriota, envía al capitán Tomás Renovales con ocho soldados, quien ingresa  el 16 en horas de la noche al vivac. El coronel Francisco de Paula Santander, sub jefe del estado mayor, al ver a Renovales, le pidió el santo y seña, la respuesta fue correcta, y al preguntarle el motivo de su presencia, contestó que traía un mensaje al jefe supremo, quien se encontraba en su hamaca descansando en el sector  del  estado mayor. Santander al llamarlo, Bolívar instintivamente no contesta; Renovales inmediatamente abre fuego hacia donde se encontraban las hamacas; las balas pasaron por encima de su cabeza, hiriendo a su cabalgadura en el cuello. El capitán realista se retira pensando haber cumplido su cometido. En la acción murieron algunos soldados; la confusión en la oscuridad era general; Bolívar recibe una coz de su caballo. En forma errante  los que pueden salen del campamento buscando algún escondite; se corrió la voz de la muerte de Bolívar. El coronel López en la madrugada se hace presente con sus escuadrones, causando grandes bajas en las filas patriotas. Fallecen los coroneles republicanos Mateo Salcedo y Fernando Galindo, abogado, quien defendió en el tribunal al general Piar; corren igual destino el sacerdote Esteban Pardo, capellán y el sacristán que lo acompañaba; también mueren la fatal noche los jóvenes oficiales coronel Silvestre Palacios y el teniente coronel Mariano Plaza. Florencio Tovar, hijo de Martín Tovar, cayó prisionero y fue fusilado por los realistas. Bolívar al quedar sin montura, pide una, a un comandante de apellido Serrano quien le niega su caballo, en cambio un soldado de apellido Martínez le facilita una mula, pero en la confusión Bolívar no pudo montarla. El coronel López falleció en el ataque, cuya cabalgadura con los estribos de plata  se la entrega  el valeroso llanero Leonardo Infante al Libertador. Por esta acción el capitán Renovales obtuvo el ascenso al grado de teniente coronel. Bolívar con pocos soldados pudo llegar a las poblaciones de El Rastro y Calabozo el 17 de abril; entra  en Guadarrama el 24 y finalmente  a San Fernando de Apure. Sin descansar se ocupa de obtener refuerzos y logística para movilizarse hacia Calabozo, al enfermar en Camaguán regresa a San Fernando, donde permanece de reposo durante dos semanas. Páez desde San Carlos se moviliza hacia San Fernando. Bolívar embarca hacia Angostura, desembarca el 5 de junio; planificará las nuevas acciones, que en mediano plazo  se materializarán con el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819 y la gloriosa Campaña de la Nueva Granada a mediados de ese año. El propio Bolívar narra así el episodio del Rincón de los Toros:
 “Ibarra (Diego, nacido en Guacara), regresó en aquel momento, yo estaba sentado en mi hamaca, poniéndome las botas; Santander seguía hablando conmigo; Ibarra se acostaba, cuando una fuerte descarga nos sorprende. El general Santander gritó en el mismo instante: ‘¡El enemigo!’. Los pocos que éramos nos pusimos a correr hacia el campo abandonando nuestros caballos y cuanto había en la mata. La oscuridad nos salvó, pero enseguida vino el ataque al campamento donde 900 patriotas fueron derrotados por unos 500 realistas, gracias al factor sorpresa. Me encontraba perdido en medio de la sabana, cuando vino hacia mí Leonardo Infante y me dio un caballo que había arrebatado a los españoles. Fue así como pude unirme a nuestras tropas”.
Bolívar se autocalificaba “el hombre de las dificultades, pero ante las adversidades su lema era ¡triunfar!
(*)

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