A mediados del siglo pasado, algunos filósofos volvieron a ocuparse del carácter y sobre qué se entiende sobre ética de la virtud.
Para Aristóteles y buena parte de otros filósofos griegos, ser bueno, o ser capaz de conocer qué es lo correcto y lo incorrecto, no se trata de la aplicación de reglas y principios morales, sino de llegar a tener la sabiduría necesaria, mediante determinadas prácticas, para lograr comportarse en forma correcta en cada circunstancia, o sea, tener la clase de disposición natural y aprendida, y de carácter correctos.
Estas disposiciones son virtudes que los griegos consideraban el mayor bien del hombre que hace posible una vida venturosa y exitosa.
Para los filósofos griegos, existen cuatro virtudes fundamentales: el coraje, la justicia, la templanza (autodominio) y la inteligencia o sabiduría práctica; o sea, que tanto para Platón como para Aristóteles, la doctrina más importante es la denominada unidad de las virtudes.
Una persona buena sabe conducirse aún cuando diferentes virtudes entran en conflicto.
Para Aristóteles, el hombre bueno tiene la virtud de la magnanimidad, que significa grandeza de alma; y esta virtud es la que contiene a todas las demás.
El hombre con grandeza de alma es el arquetipo de la bondad y de la virtud. Es alguien que ayuda a los demás y que no pide nada para él, que tiene orgullo cabal y moderada humildad, que es digno de grandes cosas y se distingue en la sociedad.
Para Platón, todas las virtudes se reúnen en una sola y es el conocimiento; porque para este filósofo es imposible saber lo que es mejor y hacer lo peor, ya que los actos de debilidad son el resultado de la ignorancia.
Aristóteles también coincidía en que no se puede actuar mal a sabiendas.
Ambos filósofos compartían la idea de que el virtuoso actúa racionalmente y Aristóteles elabora la doctrina del justo medio sobre este tema.
El justo medio no significa actuar de una manera intermedia sino por medio de la razón. Por ejemplo, el justo medio entre la cobardía y la audacia es el coraje, o sea, enfrentar el peligro pero evitando la imprudencia.
El coraje es el triunfo de la razón sobre los instintos más irracionales y significa guiar la conducta con sabiduría práctica apropiada a las circunstancias.