Historia y Tradición /
“Carta de la viuda de Antonio José de Sucre, al Asesino”
Gral. Eumenes Fuguet Borregales
El general en Jefe
Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, “el prócer más puro de
la independencia americana” y “El Caballero de la Historia”, cuando se
dirigía desde Bogotá a encontrarse con su familia en Quito, fue vilmente
asesinado en las montañas de Berruecos al sur de Colombia el 4 de junio
de 1830. Deseaba llegar al hogar antes del 13 de junio día de San
Antonio, su patrono. Su viuda, Doña Mariana Carcelén y Larrea, Marquesa
de Solanda y Villarocha, nacida en Quito el 27 de Julio de 1805, hija
legítima de Felipe de Carcelén y Sánchez de Orellana, Marqués de Solanda
y de Villarocha, Teniente de la Cancillería de la Audiencia, Alcalde
Ordinario de primer voto del Cabildo de Quito, y de Teresa de Larrea y
Jijón, naturales de Quito. Mariana y Sucre casados por poder el 20 de
abril de 1828, justamente a dos días de haber sido herido en un
atentado en Chuquisaca. En 1829 nace Teresita su única hija. Al
enterarse Mariana por parte del fiel ayudante el sargento Lorenzo
Caicedo sobre el vil asesinato del “Abel de América”, le escribe una
carta al asesino intelectual, el general José María Obando, natural de
Pasto-Colombia, con unas sentidas palabras, las cuales por su hondo
contenido humano transcribimos a continuación:
“Estos fúnebres vestidos, este pecho rasgado, el
pálido rostro y desgreñado cabello, están indicando tristemente los
sentimientos dolorosos que abruman mi alma.
Ayer
esposa envidiable de un héroe, hoy objeto lastimero de conmiseración,
nunca existió un mortal más desdichado que yo, no lo dude, hombre
execrable: la que te habla es la viuda desafortunada del Gran Mariscal
de Ayacucho. Heredero de infamias y delitos, aunque te complazca el
crimen, aunque él sea tu hechizo! Dime, desacordado, ¿para saciar tu sed
de sangre era menester inmolar a una víctima tan ilustre, una víctima
tan inocente?, ¿ninguna otra podía saciar tu saña infernal? Yo te lo
juro, e invoco por testigo el alto cielo.
“Un corazón más puro y recio que el de Sucre no
palpitó en pecho humano”. Unida a él con lazos que solo tú, bárbaro,
fuiste capaz de desatar; unida a su memoria por vínculos que tu poder
maléfico no alcanza a romper. No conocí en mi esposo sino un carácter
elevado y bondadoso, un alma llena de benevolencia y generosidad. Más yo
no pretendo hacer aquí una apología del general Sucre; ella está
escrita en los fastos gloriosos de la Patria.
No reclamo su vida, pudiste arrebatarla, pero no
restituirla, tampoco busco la represalia. Mal pudiera dirigir el acero
vengador la trémula mano de una mujer. Además, el Ser Supremo, cuya
sabiduría quiso por sus fines inescrutables consentir en un delito,
sabrá exigirte un día cuenta más severa. Mucho menos imploro tu
compasión, ella me serviría de un cruel suplicio. Sólo pido que me des
las cenizas de tu víctima. Si dejas que ellas se alejen de esas tórridas
montañas, lúgubre guarida del crimen y de la muerte y del pestífero
influjo de tu presencia, más terrífica todavía que la muerte y el
crimen. Tus atrocidades, hombre inhumano, no necesitan nuevos
testimonios. En tu frente feroz está impresa con caracteres indelebles
la reprobación del Eterno.
Tu mirada siniestra es el tósigo de la virtud, tu
nombre en el epígrafe de la iniquidad y la sangre que enrojece tus manos
parricidas, el trofeo de tus delitos, ¿aspiras a más? Cédeme pues los
despojos mortales, las tristes reliquias del héroe, del padre y del
esposo, y toma en retorno las trémulas imprecaciones de su Patria, de su
huérfana y de su viuda”.
El 16 de julio de 1831, Mariana contrajo nuevo
matrimonio con el General Isidoro Barriga y López de Castro, quien
fallece en mayo de 1850. La joven viuda del gran mariscal de Ayacucho
mantenía correspondencia con el Libertador y con los familiares de
“Nuestro ilustre paisano”; Jerónimo la trataba de hermana, por ser lo
único que le quedaba de su hermano Antonio. Doña Mariana falleció el 15
de diciembre de 1861 contaba 56 años de edad; fue enterrada en la
iglesia del Tejar. En Valencia se encuentran residenciados distinguidos
descendientes de la familia Carcelén, que honran la noble hidalguía y
memoria de Doña Mariana
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