América Latina: unidad y emancipación en tiempos de crisis
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Mientras
la crisis civilizatoria avanza y se manifiesta con mayor intensidad,
sacudiendo los pilares del mundo que hemos conocido durante al menos los
últimos 60 años –desde el fin de la Segunda Guerra Mundial-, en América
Latina se van perfilando dos tendencias que intentan enrumbar la región
por caminos diferentes a los señalados por la hegemonía política,
financiera y militar global.
Una
de estas tendencias es la que reafirma el curso de unidad e integración
que caracteriza el clima político de la región en los últimos años, en
particular, desde la llegada al poder de gobiernos progresistas,
nacional populares y cada vez menos afectos al ideario del
neoliberalismo desintegrador.
Este bloque que podríamos designar, de un modo muy general e ilustrativo, como nuestroamericano,
dado el común denominador de sus gobiernos, movimientos y
organizaciones populares por construir políticas –no exentas de
contradicciones y límites- con una visión propia, pensadas desde
nuestras realidades diversas y plurales, y orientadas a satisfacer los
intereses de las grandes mayorías, ha logrado emprender con buen paso la
batalla cultural por la unión latinoamericana y caribeña (véase el
desafío histórico, político y simbólico que supone la creación de la
CELAC, un organismo continental sin Canadá y Estados Unidos).
Al mismo tiempo, y contra los pronósticos más pesimistas y las maniobras conspirativas de la derecha criolla y el imperialismo (como sucedió en Honduras, en 2009), este bloquenuestroamericano no solo suma nuevos aliados, sino que está impulsando la
recomposición geopolítica y económica de la región: por un lado, el
triunfo de Ollanta Humala en Perú podría fracturar definitivamente el
bloque del Pacífico (México, Colombia, Chile), incondicional a
Washington; y por el otro, la articulación de respuestas concertadas y regionales a la crisis económica mundial, desde el foro de la UNASUR y su recién creado Consejo Suramericano de Economía y Finanzas,
si bien no aspira a la creación de un orden poscapitalista, sí
representa un avance importante en la vía desmontar el aparato de
dominación tendido por los organismos financieros internacional –FMI,
Banco Mundial, BID- desde el inicio de la contrarreforma neoliberal
conservadora de finales de los años 1970.
Signo
inequívoco de la fortaleza política de la idea de la unidad
latinoamericana, es el triunfo de la presidente argentina Cristina
Fernández en las elecciones primarias del pasado domingo (con un apoyo
abrumador del 50,7% de los votos emitidos, 38% más que sus rivales más
cercanos), que allana su reelección para las elecciones presidenciales
de octubre y apuntala el proceso diverso de integración nuestraamericana
(iniciado también por el exmandatario Néstor Kirchner), en el que
Argentina, por su dimensión geográfica, económica y estratégica,
constituye uno de los pilares junto a Brasil y Venezuela. No en vano,
una vez conocidos los resutados, la presidenta recibió felicitaciones y
apoyo de sus pares de Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela y
Uruguay.
La
otra tendencia a la que hacemos referencia es la de la emancipación
social, popular y antineoliberal, refrendada ahora por los presagios de
colapso del sistema mercadocéntrico y especulativo que rige los destinos
de los países industrializados, y que en América Latina fue vanguardia
de la neocolonización impulsada desde los años 1990.
En
este sentido, resulta muy significativo que la inminente reelección de
la presidenta Fernández ocurra justamente 10 años después de la profunda
y dolorosa crisis que sacudió a la Argentina en 2001, y que supuso,
para todos los efectos, un hito fundamental en lo que, vistos los
cambios ocurridos desde entonces, podríamos señalar como la clausura en
América Latina, con mayor o menor celeridad, con más o menos
dificultades en cada país, del proyecto neoliberal ortodoxo y
antinacional.
Tampoco
es casual que otro de los “alumnos ejemplares” o “modelos” del
neoliberalismo latinoamericano, como es el caso de Chile, muestre
grietas y señales inconfundibles de agotamiento: aquí, las protestas de
los últimos meses condensan un amplio abanico de demandas y
reivindicaciones que explican el cambio de época en América
Latina, y que ahora cuestionan, incluso, la gestión de los gobiernos
progresistas y nacional-populares surgidos de las movilizaciones y
resistencias de los años 1990 y de inicios de la década del 2000 (como
el de Evo Morales en Bolivia).
Chile
es hoy un nuevo foco de las transformaciones en nuestra América, en
donde el viento de la emancipación, y la emergencia de una ciudadanía más
activa y beligerante –animada por el brillante ejemplo de los jóvenes-,
sigue agitando las banderas de la lucha contra la exclusión de los
pueblos indígenas y el colonialismo interno como política de Estado; la
defensa del medio ambiente y el reclamo por la soberanía de los recursos
naturales; la democratización del sistema político “representativo” y
el paso a formas de democracia directa (plebiscito, referéndum); el
reclamo de los trabajadores contra las injustas condiciones laborales
que impone la economía capitalista; y la justa demanda por el derecho
humano a una educación gratuita, universal y de calidad para todos.
No
cabe duda: en estos tiempos de crisis, la unidad y la emancipación,
como dijera José Martí de la creación política y cultural en el siglo
XIX, son las palabras de pase de esta generación de latinoamericanos del
siglo XXI.
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