Trascendiendo la
Historia Nro. 173
Don Joaquín de Mier y
Benítez dueño de San Pedro Alejandrino
Eumenes Fuguet
Borregales (*)
Entregada su vida y
fortuna por entero con desprendimiento y nobleza, tras combatir por
largos años al imperio español anclado en tierras americanas por más de
trescientos años, Bolívar, quien liberó casi cinco millones de kilómetros
cuadrados convertidos en un manojo de seis naciones libres; repudiado por
muchos de sus compañeros de lucha, maltrecho física y moral. Había salido de
Bogotá el 8 de mayo de 1830 con destino a Cartagena con la idea de embarcarse
hacia Curazao, Jamaica y Londres para atender la maltrecha salud, pero no
disponía ni dinero para sufragar los gastos, ni aguante físico para soportar la
fatiga de la travesía mente.
Gracias a las diligencias del Gral. Mariano Montilla,
comandante del Departamento de Cartagena, debió ser trasladado a culminar su
terrenal existencia, desde el puerto de Sabanilla, cerca de Barranquilla hasta
Santa Marta, en el navío “Manuel” a
la Casa de la Aduana, primera
construcción de mampostería en América, decretada en 1975 “Casa de Bolívar”, allí
llegó bajado en silla de mano el 1ro de diciembre y luego el 6 a la hacienda de San Pedro Alejandrino, ubicada a cinco kilómetros
de la ciudad, propiedades de Don Joaquín de Mier y Benítez; nacido en Cádiz el
15 de abril de 1787, llegó a Cartagena en 1791 y a Santa Marta en 1802; designado
capitán de milicias en 1817, casado con la neogranadina Isabel Rovira en 1819.
Se adhiere a la causa emancipadora en 1820, sus barcos los facilitaba para
transportar armas y pertrechos desde las Antillas. El Gral. Montilla en
reconocimiento a los servicios prestados, lo asciende a teniente coronel en
1822 y a coronel en 1830. Bolívar le escribe a Don Joaquín el 17 de octubre
agradeciendo la gentileza del hospedaje”.
El día 6 es trasladado a la hacienda-ingenio San Pedro Alejandrino,
donde recibirá los cuidados y atención permanente hasta sus últimos momentos,
por parte del farmaceuta francés Alejandro Próspero Reverend con amplios conocimientos de medicina, quien se negó a
cobrar por sus invalorables servicios durante diecisiete días; como bien
constan en los 33 boletines publicados
en París en 1866.
Se conformaba con ser denominado “El Último médico del Libertador”; el primer diagnóstico elaborado
el 1ro de diciembre a las ocho de la noche fue: “Cuerpo muy flaco y extenuado, semblante adolorido, inquietud de ánimo
constante, voz ronca, tos con esputos viscosos, pulso igual pero comprimido,
digestión laboriosa”.
Al siguiente día en un breve recorrido por la hospitalaria
casona, al llegar a la biblioteca, Bolívar Exclama: ¡Como¡ “Aquí está la historia de la humanidad”; al observar el
libro Don Quijote de la Mancha” de
Miguel de Cervantes y Saavedra, expresó su conocida frase: “Jesucristo, Don Quijote y yo, hemos sido los grandes majaderos del
mundo”. El día 10 dictó su Testamento
y Última Proclama, esa noche recibió los auxilios religiosos por parte de
monseñor José María Estévez, Obispo de Santa Marta. Antes de morir el 17 de
diciembre, los recibió por parte del sacerdote Hermenegildo Barranco, cura de
la cercana población de Mamatoco.
Don Joaquín no se separó del ilustre enfermo; el entierro se
llevó a cabo con toda la solemnidad en la Catedral de Santa Marta en una bóveda
facilitada por la familia Díaz Granados, donde permaneció hasta el 22 de
noviembre de 1842, cuando fueron exhumados sus restos por parte del Dr. José María
Vargas y Reverend en presencia de Don Joaquín, para trasladarlo a Venezuela en el navío
“Constitución”, cumpliéndose después de doce años. Parece mentira que nuestro
gran Libertador no tenía ni camisa, ni donde ser enterrado; además hubo que recoger 82 pesos entre los
allegados para los gastos mortuorios.
Don Joaquín continuaría sus labores mercantiles, así como
algunos cargos públicos, inclusive fue
designado Cónsul de Cerdeña en Santa
Marta, donde fallece el 16 de agosto de
1861.
Hacienda - ingenio de San Pedro Alejandrino
Histórico sitio propiedad del comerciante y coronel de
milicias, el español Don Joaquín de Mier y Benítez, heredada de su padre Manuel
Faustino en 1813; fue el último albergue de nuestro Libertador, fallece en casa
ajena después de haber nacido en cuna de oro y tenido una de las fortunas más
grandes de Venezuela.
La hacienda-ingenio de San Pedro Alejandrino fue establecida
en 1608, día de San Pedro de Alejandría
por Francisco de Godoy y Cortesía, canónigo de la Catedral de Santa Marta, bajo
el nombre de “La Florida de San Pedro
Alejandrino”, en memoria al fraile español Pedro Godoy. El sitio histórico
conocido actualmente como “El Santuario
de la Patria”, con una extensión de veintidós hectáreas, fue adquirido el 9
de enero de 1808 por el padre de Joaquín, son fértiles tierras utilizadas en la
siembra de la caña de azúcar con su trapiche y destilería para producir panela
y ron, añejado en las bodegas ubicadas en un sótano; esta acogedora hacienda
tuvo hasta quince propietarios.
En 1891 fue adquirida
por el ejecutivo colombiano para su restauración y mantenimiento a cargo del
Departamento del Magdalena, decretado “Santuario
de la Patria”, donde funciona el Museo Bolivariano, allí se guardan con
supremo celo, objetos que pertenecieron a nuestro máximo héroe. En el patio se colocó una estatua traída de
Génova elaborada en mármol por el conocido escultor Pedro Montarsolo. Para
darle la majestuosidad al augusto lugar se construyeron en 1941 “El Altar de la Patria” y la “Plaza de las Banderas Bolivarianas”.
Se inauguró en 1947 la biblioteca del doctor Reverend, cuyos
restos reposan en la capilla; en la residencia se encuentra la pequeña farmacia
que utilizó el diligente y abnegado francés.
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