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miércoles, 23 de enero de 2013



Trascendiendo la Historia Nro. 173
Don Joaquín de Mier y Benítez dueño de  San Pedro Alejandrino
Eumenes Fuguet Borregales (*)
Entregada su vida y  fortuna por entero con desprendimiento y nobleza, tras combatir por largos años al imperio español anclado en tierras americanas por más de trescientos años, Bolívar, quien liberó casi cinco millones de kilómetros cuadrados convertidos en un manojo de seis naciones libres; repudiado por muchos de sus compañeros de lucha, maltrecho física y moral. Había salido de Bogotá el 8 de mayo de 1830 con destino a Cartagena con la idea de embarcarse hacia Curazao, Jamaica y Londres para atender la maltrecha salud, pero no disponía ni dinero para sufragar los gastos, ni aguante físico para soportar la fatiga de la travesía mente. 
Gracias a las diligencias del Gral. Mariano Montilla, comandante del Departamento de Cartagena, debió ser trasladado a culminar su terrenal existencia, desde el puerto de Sabanilla, cerca de Barranquilla hasta Santa Marta, en el navío “Manuel” a la Casa de la Aduana, primera construcción de mampostería en América, decretada en 1975 “Casa de Bolívar”, allí llegó bajado en silla de mano el 1ro de diciembre y luego el 6 a la hacienda de San Pedro Alejandrino, ubicada a cinco kilómetros de la ciudad, propiedades de Don Joaquín de Mier y Benítez; nacido en Cádiz el 15 de abril de 1787, llegó a Cartagena en 1791 y a Santa Marta en 1802; designado capitán de milicias en 1817, casado con la neogranadina Isabel Rovira en 1819. Se adhiere a la causa emancipadora en 1820, sus barcos los facilitaba para transportar armas y pertrechos desde las Antillas. El Gral. Montilla en reconocimiento a los servicios prestados, lo asciende a teniente coronel en 1822 y a coronel en 1830. Bolívar le escribe a Don Joaquín el 17 de octubre agradeciendo la gentileza del hospedaje”.
El día 6 es trasladado  a la hacienda-ingenio San Pedro Alejandrino, donde recibirá los cuidados y atención permanente hasta sus últimos momentos, por parte del farmaceuta francés Alejandro Próspero Reverend con amplios  conocimientos de medicina, quien se negó a cobrar por sus invalorables servicios durante diecisiete días; como bien constan en los 33 boletines  publicados en París en 1866.
Se conformaba con ser denominado “El Último médico del Libertador”; el primer diagnóstico elaborado el 1ro de diciembre a las ocho de la noche fue: “Cuerpo muy flaco y extenuado, semblante adolorido, inquietud de ánimo constante, voz ronca, tos con esputos viscosos, pulso igual pero comprimido, digestión laboriosa”.
Al siguiente día en un breve recorrido por la hospitalaria casona, al llegar a la biblioteca, Bolívar Exclama: ¡Como¡ “Aquí está la historia de la humanidad”; al observar el libro  Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes y Saavedra, expresó su conocida frase: “Jesucristo, Don Quijote y yo, hemos sido los grandes majaderos del mundo”. El día 10 dictó su Testamento y Última Proclama, esa noche recibió los auxilios religiosos por parte de monseñor José María Estévez, Obispo de Santa Marta. Antes de morir el 17 de diciembre, los recibió por parte del sacerdote Hermenegildo Barranco, cura de la cercana población de Mamatoco.
Don Joaquín no se separó del ilustre enfermo; el entierro se llevó a cabo con toda la solemnidad en la Catedral de Santa Marta en una bóveda facilitada por la familia Díaz Granados, donde permaneció hasta el 22 de noviembre de 1842, cuando fueron exhumados sus restos por parte del Dr. José María Vargas y Reverend en presencia de Don Joaquín, para  trasladarlo a Venezuela en el navío “Constitución”, cumpliéndose después de doce años. Parece mentira que nuestro gran Libertador no tenía ni camisa, ni donde ser enterrado;  además hubo que recoger 82 pesos entre los allegados para los gastos mortuorios.
Don Joaquín continuaría sus labores mercantiles, así como algunos cargos públicos, inclusive  fue designado Cónsul de Cerdeña en  Santa Marta, donde fallece  el 16 de agosto de 1861.

Hacienda  - ingenio de San  Pedro Alejandrino
Histórico sitio propiedad del comerciante y coronel de milicias, el español Don Joaquín de Mier y Benítez, heredada de su padre Manuel Faustino en 1813; fue el último albergue de nuestro Libertador, fallece en casa ajena después de haber nacido en cuna de oro y tenido una de las fortunas más grandes de Venezuela.
La hacienda-ingenio de San Pedro Alejandrino fue establecida en 1608, día de San Pedro de Alejandría por Francisco de Godoy y Cortesía, canónigo de la Catedral de Santa Marta, bajo el nombre de “La Florida de San Pedro Alejandrino”, en memoria al fraile español Pedro Godoy. El sitio histórico conocido actualmente como “El Santuario de la Patria”, con una extensión de veintidós hectáreas, fue adquirido el 9 de enero de 1808 por el padre de Joaquín, son fértiles tierras utilizadas en la siembra de la caña de azúcar con su trapiche y destilería para producir panela y ron, añejado en las bodegas ubicadas en un sótano; esta acogedora hacienda tuvo hasta quince propietarios.
En 1891  fue adquirida por el ejecutivo colombiano para su restauración y mantenimiento a cargo del Departamento del Magdalena, decretado “Santuario de la Patria”, donde funciona el Museo Bolivariano, allí se guardan con supremo celo, objetos que pertenecieron a nuestro máximo héroe.  En el patio se colocó una estatua traída de Génova elaborada en mármol por el conocido escultor Pedro Montarsolo. Para darle la majestuosidad al augusto lugar se construyeron en 1941 “El Altar de la Patria” y la “Plaza de las Banderas Bolivarianas”.
Se inauguró en 1947 la biblioteca del doctor Reverend, cuyos restos reposan en la capilla; en la residencia se encuentra la pequeña farmacia que utilizó el diligente y abnegado francés.

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